COVID-19: cómo es la técnica de oxigenación que implementó un hospital porteño para evitar el uso de respirador

En el Hospital Fernández funciona la primera Unidad de Soporte no Invasivo del país

Las camas de terapia intensiva y el número de respiradores disponibles para los pacientes con coronavirus pasaron a ser unos de los indicadores clave que las autoridades sanitarias observan de cerca para decidir los pasos a seguir en el manejo de la pandemia en el país.

Es que, una vez que una persona ingresa a una unidad de terapia intensiva y es conectada a un respirador artificial, el tiempo de internación es, en promedio, de dos a tres semanas.

Por eso, si bien es prematuro hacer previsiones a gran escala, los resultados obtenidos a tres semanas de la implementación de una Unidad de Soporte no Invasivo en el Hospital Fernández son, al menos, esperanzadores.

Es que de los 20 pacientes que allí recibieron, sólo tres requirieron asistencia respiratoria mecánica y fueron derivados a terapia intensiva. “Lo que esperábamos era que uno de cada dos fuera a terapia, pero vemos que el número inicial es muy superador”, evaluó en diálogo con Infobae el médico neumonólogo Guillermo Montiel (MN 62932), coordinador de la Unidad de Soporte no Invasivo del Hospital Fernández. “Todos hubieran subido a terapia intensiva; liberamos 17 camas, que en estos tiempos es un valor muy preciado”.

Y tras asegurar que la técnica “permite que no se sature la terapia”, el especialista consideró que “si hubiera en todos los centros de salud una unidad como ésta, a terapia llegaría sólo el que necesita ser entubado”.

Así, “un paciente que iba a estar dos o tres semanas con respirador pasa a permanecer un promedio de seis días en terapia intermedia y después vuelve a una habitación común, donde se lo asiste con una mascarilla de oxígeno con reservorio, es decir, una bolsita en la que ese oxígeno permanece puro. En total, en promedio, su internación por coronavirus puede durar unos diez días”, describió Montiel.

Pero, ¿en qué consiste la técnica? “Es una terapia de suministro de oxígeno y humedad a una temperatura corporal. La empezamos a desarrollar en el país en 2011 y se utiliza en pacientes ambulatorios y en unidades críticas –explicó Montiel–. Si bien en sus inicios fue muy usado en pediatría, su uso se extendió a pacientes adultos con EPOC hace tiempo

“El CPAP (tal la sigla en inglés con que se conoce al dispositivo de presión positiva continua en la vía aérea) se usa en pacientes con apneas, en insuficiencias cardíacas, en neonatología. Son terapias que ya se conocen”, continuó el especialista, para puntualizar: “Lo que hicimos fue adaptar el helmet (casco) que se usaba en los EEUU para las cámaras hiperbáricas para el uso con CPAP”.

En rigor, según explicó el médico, se están empleando dos métodos para que el soporte ventilatorio de un paciente resulte menos invasivo que un respirador. “Hay máquinas de alto flujo termohumidificado: una cánula entra a la nariz del paciente, el equipo le administra gran volumen de oxígeno ya tibio y húmedo. La bigotera común de un paciente administra seis litros de oxígeno por minuto y ese dispositivo, sesenta litros. Esto hace que el paciente no tenga que hacer esfuerzo con la nariz para calentar el aire, e infla los pulmones y los deja inflados. Si hay neumonía, que contrae el pulmón, esto contribuye a expandirlos”, según Montiel.

El otro método se usa en los pacientes que necesitan que el oxígeno ingrese con más presión: “El CPAP triplica la capacidad de presión que la máquina de alto flujo. Suele usarse para las personas con apneas del sueño o con EPOC, pero ahora también se está usando para pacientes con coronavirus. Una máscara abarca la nariz y la boca, es hermética y no hay fuga. También estamos usando el casco, parecido al del astronauta, que puede resultar más cómodo para el paciente”, destacó.

En ambos casos, el paciente no tiene que ser dormido, como sí ocurre cuando debe ser entubado para que lo conecten a un respirador mecánico.

Desde fines de marzo, “previendo lo que iba a venir”, los especialistas se contactaron con colegas de Italia, España, Edimburgo y Nueva York y participaron en ateneos internacionales “para seguir las guías de las sociedades europeas y americana”.

Consultado sobre cómo deciden qué paciente es apto para esta técnica y cuál para ser entubado, Montiel aclaró: “Todo paciente con insuficiencia respiratoria y que tenga una frecuencia respiratoria alta que persista en las horas necesita oxígeno para vencerla y en primer término vendrá a Neumonología, que sería una unidad intermedia para recibir este soporte respiratorio no invasivo”. “Lo que nosotros hacemos no reemplaza al respirador, es un paso previo”.

Y sobre las críticas acerca de que esta técnica aumenta el riesgo de contagios en el personal de la salud, el neumonólogo aclaró que “siempre este tratamiento se usa con un nivel de protección 3”. “En los pacientes con COVID-19, el virus se disemina por aerosolización y por contacto, por lo que cuando se coloca cánula en la nariz existe riesgo de dispersión, pero no más que cuando se usa una cánula común, o al igual que si se entuba, o se entra a ver al paciente; siempre el personal de salud tiene que usar un nivel de equipo de protección 3 para dar el mejor tratamiento disponible”.

Además, otro punto a favor de esta técnica es la “evaluación de los costos”. Según precisó Montiel, “el helmet tiene un valor de 600 dólares, las cánulas el Ministerio de Salud las adquiere en comodato y los CPAP cuestan 4 mil dólares; mientras que un respirador oscila entre los 25 mil y los 40 mil dólares”.

“Es más económico y fácil de usar –opinó Montiel–. Hay muchos respiradores en los hospitales y poca gente apta para usarlos; puede llevar meses o años entrenar a alguien para usar un ventilador, en tanto para colocar cánula la técnica es simple y lo mismo ocurre con la colocación del helmet”.

La técnica que el centro de salud público de Palermo ya usó en 20 pacientes también se está probando en la Clínica del Sol, el Mater Dei y la Clínica Adventista de Belgrano