The Artful Escape es el juego más bonito del año

Beethoven & Dinosaur firma el juego del año con mejor dirección artística. Una aventura psicodélica, ácida y cósmica sobre guitarras eléctricas y descubrir quién eres en realidad.

Si algo bueno tiene que no salgan casi juegos en diciembre es que podemos recuperar títulos que se nos quedaron en el tintero como The Artful Escape. El juego desarrollado por Beethoven & Dinosaur y publicado por Annapurna Interactive se lanzó en septiembre para Xbox Series X|S, Xbox One y PC.

Rápidamente se ganó el respeto de la industria, especialmente en todo lo referente a su dirección artística. De hecho, fue nominado a los Game Awards por la mejor dirección artística, premio que finalmente se llevó Deathloop. Sin menospreciar el sensacional trabajo de Arkane Studios, estoy convencido de que The Artful Escape juega en otra liga.

Peripecias teen con mucho sabor indie

Annapurna se está especializando en dar cabida a propuestas indie que realmente reúnen todo lo que significa indie en el mundo del cine. Es decir, que no sólo se trata de propuestas de bajo presupuesto, aventuras editadas por una productora modesta o que utilicen mecánicas poco comunes. No, también se trata de que sepa a película indie. Que la banda sonora, la narrativa y la dirección artística también provengan de ese mundo independiente.

The Artful Escape cumple con creces en todos estos apartados. La historia nos pone en la piel de un adolescente que debe protagonizar su primer concierto de guitarra. Lo va a hacer en su pequeño pueblo de Colorado y la cosa no tendría más importancia si no fuese porque el concierto en cuestión es un homenaje a la figura de su tío, el músico de folk más importante de todos los tiempos. No dicen que este artista folk sea una mezcla de Bob Dylan y Woody Guthrie, pero tampoco hace falta.

THE ARTFUL ESCAPE | Release Date Trailer

Todos esperan que se convierta en el sucesor de su tío, pero el caso es que nuestro chaval no tiene muy claro que le vaya el rollo folk. Sus colegas son una panda de músicos indie que se pirran por el folk, el jazz y todo lo que huela a música digna de apreciarse por los entornos más gafapastiles, pero nuestro héroe tiene algo muy diferente en su interior.

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En su mente, y también en la intimidad de su habitación durante los primeros compases de la aventura, ya descubrimos que le chifla la ciencia ficción, las guitarras eléctricas, la psicodelia, los punteos interminables, la vida en otros mundos y demás clichés del clásico nerd norteamericano. Dicho sea lo de nerd con todo el cariño del mundo y bajo la mejor de las interpretaciones posibles, si es que alguien le encuentra alguna mala.

Un par de días antes de su gran debut aparece en su pueblo una chica que le invita a convertirse en alguien completamente diferente. Esto desata una serie de eventos que nos llevan a salir de nuestro pequeño pueblo para surcar la galaxia más ácida, psicodélica y maravillosamente bonita que hemos visto nunca en un videojuego.

No quiero que me tachen de exagerado ni mentiroso, así que aquí va la primera ración de capturas que he sacado mientras jugaba con la boca abierta y ojiplático.

La belleza como gran baza jugable

¿Puede la dirección artística mantenernos jugando durante 4 horas? Y tanto que puede, porque The Artful Escape realmente no ofrece gran cosa a nivel jugable. Estamos ante una aventura de scroll lateral en dos dimensiones (vamos, que se juega como un Super Mario Bros. clásico) en la que sólo avanzamos por los escenarios dando saltos en determinados momentos.

La clave está en nuestra guitarra, el instrumento que hace que los niveles vayan cobrando vida. Mientras avanzamos por los escenarios va sonando una música de fondo y nosotros podemos tocar la guitarra cuando prefiramos. Al hacerlo, los elementos del mapa se van llenando de color, aparecen animales, alienígenas y todo tipo de seres vivos que parecen volver de la tumba sorprendidos por nuestros riffs y punteos a lo Jimi Hendrix.

Todo se resume a mover el stick analógico a izquierda o derecha, pulsar el botón de salto cuando lo necesitemos y a dejar pulsado el botón de tocar la guitarra para iluminar el universo con nuestra música. También hay una especie de batallas contra jefes finales que siguen el patrón del Simon o de la mítica escena de Encuentro en la Tercera Fase.

Es decir, que un tipo realiza una serie de patrones de música y colores y nosotros debemos repetirlos. Parece simple, y de hecho lo es, pero nos regala algunos momentos muy épicos y con mucha fuerza visual y sonora. Mucha más de la que a veces muestran los elaborados jefes finales de un juego de acción. Sin embargo, también es cierto que la mecánica se repite más de la cuenta y pierde su capacidad de emocionarnos y asombrarnos a medida que van pasando los minutos.

Lo mismo se puede decir del resto del juego y aquí es donde reside su mayor flaqueza. Podemos completar el juego en unas 3-4 horas. Las dos primeras son un auténtico festival de luz, colorido, música, belleza y cualquier otro efecto positivo del LSD. Las últimas, no obstante, tienen todo lo malo de haber alucinado, cuando descubres que ya nada te sorprende y que el viaje se ha convertido en rutina.

Vamos, que le hubiera sentado de lujo ir añadiendo nuevas mecánicas a lo largo del juego, pero no es el caso. La trama también plantea cuestiones realmente interesantes como si debemos hacer aquello que todo el mundo espera de nosotros o si debemos sacar al exterior esa persona que en realidad llevamos dentro sin pensar en lo que la gente pueda pensar de nosotros.

Una clásica historia del paso de la adolescencia a la adultez, el coming-of-age que llaman los anglosajones, que nos ha gustado mucho por su mensaje, aunque quizás se le podría haber sacado más partido desarrollando un poco más a los personajes. También tiene mucha gracia la broma recurrente sobre lo decepcionante que resultaría ser un artista folk cuando puedes ser el líder de una space ópera intergaláctica.

Nada de esto impide que estemos ante un juego que, con sus evidentes limitaciones jugables, resulta entretenido, precioso, por momentos hipnótico y una experiencia realmente diferente que nadie al que le guste la música o las cosas bonitas en general debería dejar escapar. Además, está en Game Pass. Sin duda, el juego más bonito del año. Nuestro premio personal a la mejor dirección artística es, sin duda, para The Artful Escape.